"El demonio"
En un campo de
arroz después de ser segado se acumula la paja de las espigas de arroz. Entre los
gruesos manojos de paja hay un niño jugando a las escondidas (1). Soy yo. Restregando
suavemente mi pequeño cuerpo a la paja seca, espero con paciencia al “demonio”.
Deteniendo el aliento, agudizo el oído al más leve sonido.
El olor de la
paja seca era el olor de un otoño seco. Hecho mi mirada hacia el cielo,
hermosas nubes en forma de sardina (2). Un cielo, después de que se ha segado
los campos de arroz, uno lo siente mucho más amplio. Es un mundo cuyo azul se
asemeja al azul límpido de las corrientes rápidas de un río.
El demonio no me
ha encontrado. De pronto me siento intranquilo. ¿Si mi ser no es encontrado por
el demonio en verdad llegaré a desaparecer?
A parte del cielo
solo está el silencio. El silencio del otoño en una serena calma. Hasta mi
cuerpo parecía desaparecer. Aquellas nubes en forma de sardina como marcas de
agua parecían invadir mi cuerpo. En un acto sin pensar he saltado desde detrás
de los bloques de paja. Me han encontrado. Seré yo el próximo demonio.
Sin embargo, no
pude encontrar a nadie.
No había nadie en
ningún lado.
Fui hasta donde
estaban los bloques de paja, rodeándolos en silencio. Sin embargo, lo único que
se encontraba eran las suaves penumbras. Al estar a punto de llorar, me esforcé
por pensar con severidad de que los niños nunca lloran.
Los nervios a
reventar de aquella infantil inquietud, aún ahora hay veces en que los vuelvo a
sentir.
Tan sólo una vez
acompañé a mi padre a su pueblo. Esto es el recuerdo de aquella vez que lo
acompañé, siendo yo aún tan sólo un niño. Mi padre quien desobedeciendo al
abuelo partió del pueblo, regresó el día en que precisamente el abuelo murió.
Ese día jugué
hasta el atardecer con los primos que conocía por vez primera. Jugamos en los
campos de arroz. Lentamente llegó el sol del atardecer por el noreste de las
llanuras. Lentamente el enorme cielo cerraba los párpados. La cara de mis
primos, como la luz tenue del atardecer, aunque poco permanece en mi memoria.
Aquel largo día lentamente se oscurece. Entre la suave oscuridad, las pajas
apiladas eran como bestias encorvadas en descanso.
“Abane”, “Abane”
(Adiós, adios).
A lo lejos la voz
de alguien grita.
El abuelo aquella
noche en el campo de arroz fue cremado.
El olor de la
paja chamuscarse, la clara oscuridad del fuego rojizo al quemarse, y yo
sujetando con fuerza el dedo de papá, veía esta oscuridad rojiza. Con esta
intensa claridad el verdadero demonio terminaría encontrando al abuelo, y cosas
así continué pensando.
Todavía de las
cosas de la muerte, aquel niño las desconocía.
Notas de traducción:
(1) En Japón, en el juego "a las escondidas", al que le toca buscar le dicen "demonio".
(2) Nubes en forma de sardina son los cirrocúmulos.
"Kioku no tsukurikata"
Hiroshi Osada
1998
Asahi Shimbun Publications Inc.
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