domingo, 27 de enero de 2008

The Time Traveler's Wife

The Time Traveler's Wife, o La Esposa del Viajador del Tiempo, es uno de los últimos libros a los que he tenido el PLACER de leer. Es una historia de romance con un toque de ciencia ficción tratando de la historia de un hombre llamado Henry, que viaja en el tiempo sin poder controlar a donde y cuando.

Generalmente no me gustan las historias de romance, pero esta historia en particular me encanto. La historia es narrada desde el punto de vista de ambos Henry, y Clare, que es la mujer con la que Henry intenta vivir, pero siempre bajo el problema de que su condición dificulta su relación, dado que viaja tanto al pasado como al futuro de su vida.

Recomiendo este libro mucho. Se que hay una edición en español que pronto pediré para alguien.

Como dato curioso, esta es la única novela por Audrey Niffenger. Estoy al tanto a ver si saca otro libro. La mujer tiene muy buen estilo de escribir.

jueves, 24 de enero de 2008

El carrusel

Hay algunas cosas que deben seguir su curso natural, y creo que leer es una de esas cosas en mí. Cuando no leo siento que 'algo está mal', es como cuando terminas de comer y escuchas un ruidito en tu panza que no debería hacer, ¿me explico? Y sabes que eso que comiste, pues no te cayó bien.

Estoy atorada con un aburrido libro, una novelita que compré porque costaba menos de 60 pesos! Es la historia de un tal Michael Keddington que trabaja en un asilo y su novia se irá a estudiar a otra ciudad... es una historia melosa, con una traducción difícil (aunque no sé si sea más bien por cosa del autor). Hasta este momento lo más rescatable o lo que más me ha gustado es esta frase:

He aprendido que los actos más sencillos de amabilidad pueden tener profundas consecuencias, aunque con más probabilidad para el benefactor que para el beneficiario de ellos.

El carrusel
Richard Paul Evans
Editorial Diagonal

jueves, 3 de enero de 2008

Calabaza

Memorias de una Geisha
Arthur Golden

Hasta ese momento no había mirado con atención a Calabaza pero cuando lo hice reparé en que llevaba un kimono color gris ceniza totalmente extraordinario. De la cintura para abajo estaba cubierto de puntos dorados que resultaron ser mariposas bordadas, volando en un paisaje de montañas y agua a la luz de la luna. Ni el de Mameha ni el mío se podían comparar al de ella. Al Presidente le debió de parecer el atuendo tan asombroso como a mí, porque le pidió que se pusiera de pie y se diera unas vueltas. Ella se levantó modestamente y giró sobre sí misma.

-Me imaginaba que no podía entrar en un lugar como éste con el tipo de kimono que llevo normalmente -dijo-. La mayoría de los que disponemos en mi okiya no es tan impresionante, aunque los americanos no distinguen unos de otros.
-Si no hubieras sido tan franca, Calabaza -dijo Mameha-, habríamos pensado que siempre vas vestida así.
-¿Me están tomando el pelo? No nací para llevar estas ropas. Me lo han prestado en una okiya de mi misma calle. No se pueden imaginar lo que tengo que pagarles, pero como nunca tendré ese dinero, igual me da, ¿no?

Me di cuenta de que el Presidente estaba divirtiéndose, porque una geisha nunca debe hablar delante de un hombre de algo tan vulgar como el precio de un kimono. Mameha se volvió a decirle algo, pero Calabaza la interrumpió.
-Creía que esta noche iba a estar aquí un hombre importante.
-Tal vez estabas pensando en el Presidente -le contestó Mameha-. ¿No te parece lo bastante importante?
-Él sabrá si lo es o no. No necesita que yo se lo diga.
El presidente miró a Mameha y arqueó las cajas sorprendido y burlón.
-Además, Sayuri me habló de otro tipo -continuó Calabaza.
-Sato Noritaka, Calabaza -dijo el Presidente-. Es el nuevo consejero del Ministro de Hacienda.
-¡Ah, ya! Conozco a ese Sato. Parece un gorrino grande.
Nos reímos de esto.
-De verdad, Calabaza -dijo Mameha-, ¡hay que ver las cosas que puedes llegar a decir!

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