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martes, 28 de enero de 2025

 Miércoles, 10 de octubre (de 1917)

En este momento, L(eonard) está inaugurando el 17 Club. Yo estoy sentada junto al fuego esperando K. Mansfield para la cena en la que trataremos diversos asuntos delicados. Nos fijamos en lo tarde que amarillean y caen las hojas aquí en comparación con Asheham. Podríamos estar aún en agosto, salvo por las bellotas dispersas por el camino, recordándonos el misterioso designio que hace que mueran para no convertirnos en un bosque de robles. 


El diario de Virginia Woolf Vol.1 (1915-1919)
Editorial Tres Hermanas, 2017

jueves, 22 de enero de 2015

Martes, 19 de enero (de 1926)

Martes, 19 de enero

     Vita me ha dejado hace un momento (20 minutos; ahora son las 7). ¿Cuáles son mis sentimientos? De una turbia niebla de noviembre; las luces mortecinas y húmedas. Yo caminaba hacia el sonido de un organillo de Marchmont Street. Pero esto se dispersará; entonces la querré, clara e inconfundiblemente. Y luego no... y así sucesivamente. Éste es el sentimiento humano normal, creo. Uno desea terminar las frases.Uno dese ese ambiente... para mí tan rosado y tranquilo. Ella no es inteligente; pero sí abundante y fructífera; también sincera. Utiliza tantas fuentes de vida: reposo y variedad, fue su propia expresión, sentada en el suelo esta tarde bajo la luz de gas. Anoche cenamos en el Ivy con Clive; luego ellos tenían una fiesta, de la que yo me abstuve. Oh, y mezclado con todo esto está el hecho vigorizante de haber empezado de nuevo mi novela, en el estudio, por primera vez esta mañana. Todas estas fuentes juegan en mi ser y se entremezclan. Siento una falta de estímulo, de días señalados, ahora que Vita se ha ido; cierto patetismo común a todas estas despedidas; y ella tiene 4 días de viaje por la nieve.

Diarios 1925-1930
Virginia Woolf
Editorial Siruela

domingo, 26 de octubre de 2008

Orlando, una carta de amor

Me llevó un buen tiempo encontrar Orlando en una edición digna. Las veces que lo encontré tenía cada portada bizarra y de tan pobre encuadernación que hasta me daba pena intentar comprar aquello. Gracias a Dios que existe Alianza Editorial y que hace libritos accesibles y moralmente aceptables.
Como casi todos los libros que he leído de Virginia, Orlando también es uno de ellos en donde se deja ver la incomidades, reclamos y pasiones de la autora. No recuerdo bien dónde habré leído que Orlando era llanamente un gran poema de amor.
Y ya lo confirmo.
Nunca entenderé a bien que tipo de amor o pasión sentía Virginia por Victoria "Vita" Sackville-West. Será que tal vez la publicación de sus diarios tenga algún tipo de censura y hallan borrado aquel texto comprometedor que haga énfasis en los afectos de la autora por Vita, o tal vez ya he leído íntegros sus pensamientos revelados en su diario, y que lo único deducible es que para la misma Virginia sus efectos eran un misterio.
Terminado de leer Orlando, también me inclino a decir que es un largo poema de amor.
Escudriñó a su peculiar estilo todo lo que para ella fue Vita. Ese toque entre hombre y mujer, que quizás Virginia hubiera denominado andrógino. Expresa esa lucha constante que tenía que hacerse entre la opresión de su propio sexo y la reprobación. Para leer Orlando hay que saber un poco de historia, particularmente la de Inglaterra. Quién fue la reina Isabel, la reina Victoria, el rey Eduardo, y todo ese linaje de suceceros.

¿Qué diablos pasó por la cabeza de Virginia cuando recreó una biografía tan fantástica? Su genialidad y su creatividad bien se expresan en este "librito sencillo" que para Virginia era más bien una broma. Es cierto, es más ligero que otras de sus novelas, como "Al faro". Sin embargo, también Virginia necesitaba divertirse, y a mi parecer, creo que su diversión radicaba en escribir algo por mero gusto y no por necesidad catártica.

Si alguien quiere empezar a leer a Woolf, yo recomendaría ampliamente que empezaran por sus cuentos. El estilo de la autora tan lleno de metáforas y soliloquios internos puede ser frustrante para el lector novato. Es difícil llevarle el hilo de sus pensamientos, sin embargo, una vez que te dejas llevar por su ola de narración, su lectura es sublime placer.

¡Larga vida a Virginia Woolf!


Aquí dejo un texto de la página 130.

Algunos filósofos dirán que el cambio de traje tenía buena parte en ellos. Esos filósofos sostienen que los trajes, aunque parezcan frivolidades, tienen un papel más importante que el de cubrirnos. Cambian nuestra visión del mundo y la visión que tiene de nosotros el mundo. Por ejemplo, bastó que el capitán Bartolus viera la falda de Orlando, para que le hiciera instalar un toldo, le ofreciera otra tajada de carne y la invitara a desembarcar con él en su lancha. Ciertamente no hubiera sido objeto de estas atenciones si sus faldas, en vez de ahuecarse, se hubieran pegado a sus piernas como bombachas. Y cuando somos objeto de atenciones debemos retribuirlas. Orlando había saludado, había aceptado, había halagado el humor del buen hombre: lo que no hubiera sucedido si el capitán en vez de pantalones hubiera llevado faldas, y confirma la tesis de que son los trajes los que nos usan, y no nosotros usamos los que usamos los trajes: podemos imponerles la forma de nuestro brazo o de nuestro pecho, pero ellos forman a su antojo nuestro corazones, nuestras lenguas, nuestros cerebros.
A fuerza de usar faldas por tanto tiempo, ya un cierto cambio era visible en Orlando; un cambio hasta de cara, como lo puede comprobar el lector en la galería de retratos. Si comparamos el retrato de Orlando hombre con el de Orlando mujer, veremos que aunque los dos son indudablemente una y la misma persona, hay ciertos cambios. El hombre tiene la libre la mano para empuñar la espada, la mujer debe usarla para retener las sedas sobre sus hombros. El hombre mira el mundo de frente como si fuera hecho para su uso particular y arreglado a sus gustos. La mujer lo mira de reojo, llena de sutileza, llena de cavilaciones tal vez. Si hubieran usado trajes iguales, no es imposible que su punto de vista hubiera sido igual.

Orlando
Virginia Woolf
Publicado originalmente en 1928

martes, 21 de octubre de 2008

una cita en Orlando

(Texto extraído de la página 149)

Porque -Dios sabrá la razón- en cuanto hemos perdido toda fe en el comercio humano, la disposición casual de unos galpones y de unos árboles o una parva y un carro nos proponen un símbolo tan perfecto de lo inalcanzable que recomenzamos la búsqueda.

Orlando
Virginia Woolf
Alianza Editorial, 2007

Diario de Virginia

Martes, 20 de diciembre
1927

Todavía estoy escribiendo el 3er capítulo de Orlando. Por descontado he tenido que renunciar a la fantasía de acabarlo en febrero e imprimirlo esta primavera. Se está alargando más de lo que yo me proponía. He estado pensando en la escena en la que O. conoce a una chica (Nell) en el parque y se va con ella a una pulcra habitación en Gerrard Street. Allí se revelarán. Hablarán. Esto llevará a una digresión o dos acerca del amor de la mujeres. Introduciré la vida nocturna de O., y sus clientes (esa es la palabra)...

Diarios 1925 - 1930
Virginia Woolf
Editorial Siruela, 2003

viernes, 1 de junio de 2007

Séptimus

La segunda novela que leo de Virginia Woolf, La señora Dalloway, la cual la encuentro sumamente hermosa. Me deleita su peculiar forma de abordar los pensamientos y la maravillosa manera que encuentra para hilvanar personajes. Uno cuando lee, siempre se puede encontrar frases interesantes como la que he transcrito. Séptimus es un ex-combatiente de la guerra, en una templada y agradable mañana va caminando al lado de su esposa. En el camino, primero se topan con un accidente de carros, y todos creen que los involucrados son alguien de la realeza. Siguen caminando, y se topan con el "viejo gris", con otros personajes pintorescos de Londres, y por supuesto, muy sutilmente con la Sra. Dalloway. ¿Su destino? Visitar un doctor. Séptimus está al borde de la locura..., habla con su viejo amigo, muerto en la guerra, y vio una cabeza que le dijo "un secreteo revelador". Sin duda, Virginia sabía bien de lo que escribía.


"Tropiece uno una vez, escribió Séptimus en el dorso de una tarjeta postal, y la naturaleza humana lo perseguirá."

jueves, 17 de mayo de 2007

Al Faro

Al Faro (1927) majestualmente concebida, cuyos diálogos internos de los diversos personajes forman el argumento en sí de la historia. Para mi humilde opinión, estoy maravillada en el proceso en cómo Woolf hacía hablar a sus personajes, y con una tan sútil manera tácita te lleva a sus escenarios ingleses de principios del siglo XX. Leerlo me ha parecido como ver una película en donde todas las escenas son importantes, y son vistas en cámara lenta y en close-up. El fino detalle de las conversaciones y reflexiones internas de cada uno de los personajes fue uno de los aportes más importantes de la escritora, ayudando a la renovación de la novela clásica que autores como las hermanas Brontë, Charles Dickens, Gustave Flaubert y Jane Austen habían legado.


Es lícito, incluso al héroe al punto de morir, pensar cómo han de hablar de él los hombres en el porvenir. Quizá dure su fama dos mil años. -¿Y qué son dos mil años?- preguntó irónicamente Mr. Ramsay, fijos los ojos en el seto. ¿Qué es en verdad, el interminable transcurso de los años, contemplando desde la cumbre de una montaña? Más que Shakespeare durarán las piedras que pisamos con nuestros zapatos.

Concibiendo "Al Faro"

No puedo por demás dejar de exclarmar lo tan enamorada que me encuentro de Virginia Woolf. Después de leer sus diarios personales del intervalo de años 1925 al 1930 he descubierto una mujer extraordinaria. En estos años, la escritora londinense bosquejó y publicó sus libros más importantes en su carrera como tal; entre ellos se encuentra "Al faro", una novela autobiográfica, publicada el 5 de mayo de 1927, cuando Woolf tenía 45 años de edad. Sea por lo íntimo que imprimió en dicha novela, le preocupaba mucho las críticas, y por varias semanas tuvo que guardar cama por el estrés al que se sometía, sin embargo, también las críticas le ayudaban en buena medidada en concebir más ideas.

"Mi libro. ¿De qué sirve que una sea indiferente a las críticas cuando los elogios positivos, aunque mezclados con culpa, te dan tal impulso que en lugar de sentirte seca te sientes, por el contrario, inundada de ideas?" (Miércoles, 11 de mayo de 1927)

lunes, 30 de abril de 2007

domingo, 15 de abril de 2007

La Princesa Voladora

El siguiente texto lo he extraído del diario personal de Virginia Woolf. En él escribía lo que pensaba, lo que sentía; escribía sobre sus visitas, la hora del té, y las personas que la visitaban o sus amigos o parientes, siempre describiéndolos; y como buen diario, escribía sobre las cosas que pasaban en su entorno. Este relato se refiere a dos capitanes y una princesa que intenaron hacer el primer vuelo transatlántico hacia el oeste en un monoplano y que jamás se les volvieron a ver. Me maravilla la manera en cómo especula sobre la situación, y sobre todo, me sorprende que siendo todo esto lejano a ella, se haya inquietado de tal forma como para escribirlo en su diario personal.


La Princesa Voladora, no recuerdo cómo se llamaba, se ha ahogado con sus calzones de cuero morados. Por lo menos eso supongo. Se les acabó la gasolina a media noche del jueves, cuando el aeroplano debió de posarse suavemente sobre las largas y lentas olas del Atlántico. Supongo que encenderían una luz que dibujaría una raya en el agua. Allí descansaron un momento o dos. Los pilotos, creo, se volvieron a mirar a la ordinaria princesa de anchas mejillas y ojos desesperados, con sus calzones morados, y supongo que hicieron algún comentario desesperado y mordaz: se ha acabado la partida, lo sentimos; la suerte nos ha vuelto la espalda; y ella se limitó a mirarlos fíjamente; y entonces una ola rompió sobre la ala; y el aparato se escoró. Y ella dijo algo teatral, me imagino; nadie era sincero; todos interpretaban un papel; nadie gritó; la suerte nos ha vuelto la espalda, o algo así, dijeron y luego: Hasta la vista; y al primer hombre se lo llevó el agua y desapareció; y luego vino una gran ola y la princesa levantó los brazos y se hundió; y el tercer hombre permaneció a salvo por un segundo mirando las olas, tan pacientes, tan implacables, y la luna, que lo contemplaba todo gravemente; y luego, con un seco bufido, él también fue derribado, y el aeroplano se balanceó y volcó, a muchas millas de cualquier parte, frente a las costas de Terranova, mientras yo dormía en Rodmell y Leonard cenaba con los Craniums en Londres.

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