Por siempre, el autor favorito de Wins y su servidora ha sido el novelista alemán Hermann Hesse. Sin embargo, Wins y yo siempre divergíamos en gustos. Muchas veces Wins expresó que su libro favorito era "Demian" y más recientemente "El juego de abalorios" (que por cierto, este libro fue uno de los últimos regalos que me hizo).
No sé por qué, quizás por la "loquera" explícita del pobre Harry Haller, la obra de Hesse que se hizo favorita mía fue "El lobo estepario".
No suelo usar este blog (y siendo honesta, ningún otro medio) para expresar mi estado anímico pero hoy quebrantaré esta tácita regla y confesaré que de un tiempo para acá, desde que Wins tuvo que partir, me he sentido entre loca, melancólica, rara y estrafalaria.
Ayer mientras comía en la pequeña cocina de mi departamento miraba fijamente la puerta de la entrada y vino a mi mente aquella inscripción que Haller encontró casualmente en sus paseos nocturnos. Y se me antojó que la puerta donde colgaba aquella inscripción era esta misma que estaba viendo. Con ganas de abrir la puerta del teatro mágico y encontrar a Wins ahí adentro leyendo su juego de abalorios.
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