jueves, 24 de abril de 2014

Concepción de Gabrielle sobre Satán

Hasta pareciera hecho a propósito ayer, en el Día Internacional del Libro, terminé esta ligera novela de Anne Rice "Lestat, el vampiro". Ha sido el primer libro que leo en el recién comprado y estrenado Kindle de Amazon. La novela la compré en tan sólo 3 dólares (no está mal, creo). Y la mayor parte del tiempo la leí en las vueltas en el tren. 
Hubo ciertos pasajes del libro que me gustaron, y éste fue uno de ellos. Después de que Lestat y Gabrielle se entrevistan con el vampiro Armand, líder de la asamblea de "Los hijos de las tinieblas", Lestat queda inmerso en miles de pensamientos sobre su naturaleza e identidad "vampirezca". Sin embargo, Gabrielle llega a otras conclusiones más radicales que asombran incluso disgustan a su hijo. 

—Cuando el mundo del hombre se hunda en ruinas, la belleza se impondrá. Volverán a crecer los árboles donde había calles; las flores cubrirán de nuevo el prado que hoy es un rancio tenderete de barrancas. Éste será el propósito del amo satánico: ver crecer las hierbas silvestres y ver cómo el bosque tupido cubre todo rastro de las ciudades que un día fueron enormes hasta que nada quede de ellas.
—¿Y por qué llamas a todo eso satánico? —quise saber—. ¿Por qué no llamarlo caos? Eso es lo que sería.
—Porque así es como lo llamarían los humanos. Fueron ellos quienes inventaron a Satán, ¿no es así? Satánico no es más que el calificativo que dieron al comportamiento de aquellos que perturbaban el orden en el que quería vivir los hombres.
—No lo entiendo.
—Pues utiliza tu mente sobrenatural, hijo mío de ojos azules y de cabellos de oro, mi hermoso «matalobos». Es muy posible que Dios hiciera el mundo como dijo Armand.
—¿Es esto lo que has descubierto en los bosques? ¿Te lo han revelado las hojas de los árboles?
Gabriell se echó a reír.
—Desde luego, Dios no es necesariamente antropomórfico —respondió a continuación—. Ni lo que, en nuestro colosal egoísmo y sentimentalismo, llamaríamos «una persona decente». Pero probablemente existe un Dios. Satán, en cambio, fue una invención humana, un modo de denominar a la fuerza que busca derribar el orden civilizado de las cosas. El primer hombre que elaboró unas leyes (fuera de Moisés o algún antiguo rey Osiris egipcio), ese legislador creó al diablo. El diablo es el que tienta al hombre a quebrantar las leyes, y nosotros somos realmente satánicos por cuanto no seguimos ninguna ley para la protección del hombre. Entonces, ¿por qué no saltárnoslas todas? ¿Por qué no provocar un incendio que consuma todas las civilizaciones de la Tierra?
Me sentía demasiado asombrado para responder.
—No te preocupes —añadió Gabrielle con una carcajada —, yo no pienso hacerlo. Pero creo que sucederá en las décadas futuras. ¿No crees que alguien lo hará?

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