domingo, 9 de enero de 2011

El lector de sueños

—En cuanto te hayas instalado, irás a la biblioteca —me había dicho el guardián el día de mi llegada a la ciudad—. Hay allí una chica, ella sola se encarga de vigilarla. Y esa chica me ha dicho que la ciudad desea que leas los viejos sueños.
El guardián, que, con un cuchillo pequeño, tallaba una cuña redonda de un pedazo de madera, se detuvo, recogió las virutas desparramadas sobre la mesa y las echó a la basura.
—¿«Viejos sueños»? —solté sin pensar—. ¿Y eso qué es?
—Los viejos sueños son... viejos sueños. En la biblioteca los hay a montones. Tú coge tantos como quieras y léelos con calma.
El guardián estudió detenidamente el trozo de madera cuya punta acababa de pulir y, convencido al fin, lo depositó en un estante que había a sus espaldas. En éste se alineaba una veintena de objetos de madera tallados y afilados de la misma forma.
—Tú eres libre de preguntar y yo soy libre de responderte —dijo el guardián cruzando las manos detrás de la nuca—. También hay cosas a las que no puedo contestar. Sea como sea, a partir de ahora irás todos los días a la biblioteca y leerás viejos sueños. Éste será tu trabajo. Te presentarás allí a las seis de la tarde y leerás sueños hasta las diez o las once de la noche. La cena te la preparará la chica. El resto del tiempo podrás emplearlo como quieras. Sin limitaciones de ningún tipo. ¿Comprendido?
—Comprendido —dije—. Por cierto, ¿hasta cuándo tendré que realizar ese trabajo?
—¡Vete a saber! Tampoco lo sé yo. Hasta que llegue el momento —dijo el guardián. Y extrajo otro trozo de madera de un montón de leña y empezó a tallarlo de nuevo con el cuchillo.
—Ésta es una ciudad pequeña y pobre. No puede permitirse mantener a ociosos. Todo el mundo debe desempeñar la tarea que le corresponde. Tú leerás viejos sueños en la biblioteca. Supongo que vendrías aquí con la idea de pasarte los días ocioso, ¿verdad?
—Para mí trabajar no representa ningún sacrificio. Es más agradable hacer algo que estar mano sobre mano —dije.
—Muy bien —asintió el guardián sin despegar los ojos de la punta del cuchillo—. Entonces, será mejor que empieces a trabajar cuanto antes. A partir de ahora, te llamarás «el lector de sueños», igual que yo soy «el guardián». ¿Comprendido?


"El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas"
Haruki Murakami
TusQuets Editores, 2009
pp.50-51

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