La pequeña figura encorvada se acercó despacio a su bisnieto y le dio unos golpecitos fuertes en la rodilla.
Eso tuvo la virtud de recordar a Zaphod que estaba hablando con un fantasma, porque no sintió nada en absoluto.
-Sabes tan bien como yo lo que significa ser Presidente, joven Zaphod.
Tú lo sabes porque lo has sido, y yo lo sé porque estoy muerto, y eso le da a uno una perspectiva maravillosamente clara. Allá arriba tenemos un dicho: «La vida se desperdicia con los vivos.»
“El restaurante del fin del mundo”
Douglas Adams
1980
1984, Editorial Anagrama
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