viernes, 30 de enero de 2015

«Aki no está»

     Tampoco estaba cuatro meses atrás. La dejamos en Japón cuando vinimos de viaje de estudios, los de la clase de bachillerato. Desde una ciudad japonesa cerca de Australia hasta una ciudad australiana cerca de Japón. En una ruta así, no hay que hacer escala a medio camino para repostar combustible. Por esa curiosa razón aquella ciudad había entrado a mi vida. La había encontrado hermosa. Todo cuanto veía me parecía diferente, exótico, fresco. Aki existía. Aki lo estaba viendo a través de mis ojos. Pero ahora, vea lo que vea, no siento nada. ¿Qué diablos debería mirar yo aquí?
     Eso es porque Aki se ha ido. Porque la he perdido Ya no hay nada que desee ver Ni en Australia, ni en Alaska, ni en el Mediterráneo, ni en la Antártida. En este mundo, vaya a donde vaya, siempre me sucederá lo mismo. Por más maravilloso que sea el paisaje que tenga ante los ojos, nunca me emocionaré; la más hermosa de las vistas no me gustará. Ha desaparecido la persona que me hacía desear ver, saber y sentir..., incluso vivir. Ella ya no volverá a estar jamás a mi lado. 
     Sólo cuatro meses. Sucedió en el tiempo en que una estación da paso a otro. Una chica se fue sin más de este mundo. Un hecho insignificante, sin duda, si a ella la consideras uno entre seis mil millones de seres humanos. Pero yo no estoy con esos seis mil millones. A mí, una sola muerte me ha despojado de todas mis emociones. Aquí es donde estoy yo. Donde me encuentro sin ver nada, sin oír nada, sin sentir nada. Pero ¿estoy aquí realmente? Y si no, ¿dónde estoy, entonces?

"Un grito de amor desde el centro del mundo"
Kyoichi Katayama
Editorial Punto de Lectura, México
2001


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