Nos gusta leer y muchas veces encontramos líneas interesantes que queremos recordar después...
domingo, 15 de julio de 2007
La ciudad de los muertos
La ciudad de los muertos es un libro que encontramos recientemente, mi hermana y yo, en una tienda de abarrotes, y con un poco de dinero adquirí tres tomos de una serie de colección de Editorial Timunmas. Es una editorial española.
Quiero dejar algo de este libro, a mi opinion no lo creo el mejor de los escritores ni tampoco el mejor de los libros. La siento que está más enfocada a los jugadores de Resident Evil, y si no estás familiarizado o de a plano, no tienes imaginación, este libro te será aburrido y tedioso.
En resumen, es un excelente libro solo para conocedores de Resident Evil y para nuestra desgracia, esta 'españolado'; si esto no es tedioso para tí, te lo recomiendo, lo puedes encontrar en 120.00 pesos.
"-¡Leon!
¡Esta viva!
Se plantó delante de la puerta abierta con la magnum en alto y la herida abierta y sangrando... y vio a Ada al otro lado de un lago de mugre, cajas y maderos rotos que flotaban sobre y turbulento líquido.
Estaba de pie sobre una pequeña plataforma de cemento que sobresalía, detrás de una escalera, con su beretta apuntando hacia las agitadas aguas estancadas en el lugar.
-Ada, ¿qué...?
Blaaaafff
Un gigantesco surtidor salió disparado del pequeño lago y lo arrojó de espaldas hacia el pasillo de nuevo. Ocurrió tan deprisa que no llegó a verlo hasta que se encontró por los aires, y su mente absorbió la imagen justo cuando aterrizaba en el suelo. Cayó sobre su hombro herido y lanzó un grito, provocado tanto por el fuerte dolor como por lo que había visto.
Un cocodrilo...
Leon se puso de pie y comenzó a alejarse tambaléandose antes de saber ni siquiera si podría levantarse. El gigantesco lagarto, un cocodrilo de diez metros como mínimo, aparecio en el pasillo a su espalda lanzando un tremendo un tremendo rugido. Las superficies temblaron cuando el enorme reptil salió de la guarida que lo albergaba, y su cuerpo arrojo litros de agua además de la que resbalaba por sus fauces abiertas repletas de dientes.
Una boca tan grande como yo; no, más grande...
León empezó a correr, sin sentir ya dolor alguno, con el corazón latiéndole a toda velocidad debido al pánico puramente animal que sentía. Iba a devorarlo, iba a masticarlo hasta convertirlo en un millar de trozos sanguinolientos y aullantes...
Y la bestia rugió de nuevo, un aullido bronco que la hizo temblar los huesos, que le provocó la necesidad de expulsar sudor por todos y cada uno de los temblorosos poros de su cuerpo.
Leon miró atrás y se dio cuenta de que era mucho, mucho más veloz que el monstruoso lagarto. Todavía estaba subiendo por la puerta de carga, con unas piernas redondas como troncos: su grueso cuerpo era demasiado grande para permitirle desplazarse con rapidez.
Leon cambió de arma en mitad de su terror, y su herida aulló de dolor cuando metió un cartucho en la recámara de la escopeta con el sistema de carga manual. Caminó de espaldas con cierto bamboleo y, cuando llegó a una esquina, se situó detrás de ella y descargó los cinco cartuchos con toda la rapidez que pudo cargarlos en la recámara. Los pesados proyectiles atravesaron el grotesco morro de la horrible parodia de cocodrilo.
El monstruo rugió, agitando la cabeza de un lado a otro, y la sangre surgió, a raudales de su sonriente cara, pero, aun así, siguió avanzando, arrastrando tras de sí su cola blindada desde el estanque de agua fétida.
No es suficiente. No es suficiente potencia de fuego.
Leon se dió vuelta y echó a correr de nuevo, horrorizadoante el hecho de tener que retirarse, temeroso de lo que podría pasarle a Ada si dejaba el cocodrilo atrás, pero sabiendo que haría falta cincuenta descargas como aquélla para detenerlo. Eso, o una explosión nuclear...
¿Por qué demonios me entretengo en pensar? Lo que tengo que hacer es salir de aquí y después pensar en algo. Aguanta, Ada.
Los atronadores pasos del gigante resonaron en sus oídos mientras pasaba de largo al lado de las cajas, de los cilindros de metal...
Y entonces dejo correr. Todos sus instintos le gritaban que siguiera corriendo apelando a su cordura, pero había tenido una idea, y mientras el terrible largarto seguía avanzando, Leon se dio la vuelta y regresó.
Que esto funcione. Funciona en las películas, por favor, Dios escúchame...
La hilera de cinco cilindros relucientes estaba metida en un profundo hueco de la pared y asegurada en su sitio con un cable de acero. Vio un botón al lado para soltar el cable, y Leon lo apretó de un manotazo con la palma. Un extremo del pesado cable cayó al suelo, mientras el otro se mantenía en su lugar.
Dejo caer la escopeta al suelo y agarró el cilindro que tenía más cerca. Sus músculos se tensaron por el esfuerzo, y la sangre comenzó a empapar la manga izquierda de su camisa. Sintió los débiles regueros de sangre que corrían por su pecho, mezclados con las gotas de sudor, pero no cejó en sus esfuerzos, apoyándose en los talones para tirar con mayor fuerza del contenedor de gas comprimido...
¡Ya está!
Leon saltó hacia atrás cuando el alargado emvase plateado cayó al suelo, donde rodó unos cuantos centímetros. Levantó la mirada y vio que el cocodrilo había avanzado casi veinte metros y se hallaba lo bastante cerca para ver con claridas las puntas de sus colmillos blancuzcos de más de diez centímtros cuando lanzó otro atronador rugido, lo bastante cerca para oler su fétido y asqueroso, que le llegó en una vaharada de aire un segundo después, lo bastante cerca...
Leon apoyó una bota en el cilindro y lo empujó con toda la fuerza que le quedaba. El artefacto comenzó a rodar lentamente hacia el lagarto que se acercaba. Por algún increíble golpe de suerte, el suelo del pasillo estaba un poco inclinado hacia el monstruo. Los más de cien kilos del cilindro aceleraron un poco su avance mientras se dirigían hacia el monstruo describiendo una ligera semicircuferencia.
Sacó su magnum del cinturón mientras retrocedían de nuevo. Apuntó con su arma el resplandeciente contenedor y se obligó a sí mismo a no disparar. El cocodrilo siguió avanzando, y su cola azotó las paredes con tal fuerza, que provocó unos pequeños desprendimientos de polvo de cemento que cayeron desde el techo y las paredes con cada coletazo. Leon estaba completamente asombrado, en un estado de terror tan primario que lo único que pudo hacer para no darse la vuelta y salir corriendo fue seguir allí mirando asombrado .
Vamos, cabr...
El cocodrilo y el cilindro se hallaban a poco menos de treinta metros de donde él se encontraba... y Leon apretó el gatillo. El primer disparo rebotó en el suelo justo delante del contenedor, y tammbién justo en el momento que las enormes fauces se abrieron. La bestia bajó la cabeza para agarrar el obstáculo y echarlo a un lado.
...Tranquilo...
Leon disparó de nuevo y...
¡BAAAMMM!
Fue lanzado de espaldas y al suelo cuando el cilindro explotó. La cabeza del monstruo desapareció literalmente bajo la deflagración de metales retorcidos y gases encendidos y estalló como un globo pinchado. Casi simultáneamente, Leon fue alcanzado por una oleada de restos humeantes, con trozos de dientes y huesos y pedazos de carne destrozada y rasgada que cayeron sobre él como una manta húmeda.
Leon se sentó boqueando y con oídos zumbando, mientras el brazo seguía sangrando sin parar, y miró cómo el cadáver sin cabeza se quedaba finalmente inmóvil sobre el suelo, con las piernas desplomándose bajo el peso sin mente del monstruo reptilesco. Volvio a apretar su mano cubierta de sangre contra la herida. Se sentía exhausto, enfermo, dolorido... y tremendamente satisfecho, más de lo que se había sentido desde hacía basdtante tiempo.
- Te pillé, capullo de mier... - dijo en un murmullo, y sonrió."
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