viernes, 15 de junio de 2007

La ruta interior

La ruta interior es uno de los libros que actualmente estoy leyendo, el cual, gracias a mi madre fue el primero de la larga fila de libro sque tengo para leer. Hermann Hesse cautiva con sus formas de describir los sentimientos y más creo, los de un hombre. Es por eso que he puesto este fragmento de lo que llevo, el cual me da risa, ya que es un momento que tal vez pasa a a menudo en algunos de nosotros.

"...Estaba acurrucado en un banco y a punto de dormirse, cuando le despertó un paso elástico y firme. Una mujer, una muchacha, con un vestido muy corto del que salían unas piernas hermosas cubiertas por delgadas medias caladas y calzada con altas botas rojizas, pasó rápidamente a su lado, con vigorosos y rítmicos pasos, erguida y soberbia, elegante, orgullosa, con un rostro frío, de labios muy pintados y un alto y tupido peinado de luminoso amarillo metálico. Su mirada le rozó por un instante, segura y tasadora como las del portero y del ascensorista del hotel y continuo indiferente su camino.

Sin duda tiene razón, pensé Klein, no soy un hombre al que se presta atención. Una mujer así no mira a un tipo como yo. Sin embargo, la brevedad y frialdad de su mirada le hirió secretamente, se sintió juzgado y desdeñado por alguien que solo advertía lo superficial y exterior de su persona y desde las profundidades de su persona surgieron espinas y armas para defenderse de ella. Olvidó en el

acto que su fino y animado zapato, su paso elástico y seguro, su pierna ajustada en la delgada media de seda le habían atraído y gustado durante un momento. Se había esfumado el crujir, de su vestido y el sutil perfume que evocaba su cabello y su piel y pisoteado y destruido el hermoso y dulce soplo de sexualidad y amor que le había rozado. En cambio se agolpaban de nuevo los recuerdos. ¡Cuántas veces había visto criaturas así, muchachas jóvenes, seguras y arrogantes, así fueran prostitutas o vanidosas damas de sociedad; cuántas veces se había sentido indignado por su desvergonzada provocación, irritado por su seguridad, asqueado por su fría y trivial ostentación! ¡Cuantas veces, en excursiones o restaurantes urbanos había compartido con entusiasmo la indignación de su esposa por tales criaturas desprovistas de femineidad y recato!

Estiro las piernas malhumorado. ¡Esa mujer le había echado a perder su buen humor! ¡Se sentía indignado, irritado, ofendido; sabía que si volvía a pasar aquella de los cabellos amarillos y le miraba de nuevo, él enrojecería y se sentiría ridículo e inferior con su traje, su sombrero, sus zapatos, su rostro, su cabello y su barba! ¡Al diablo! ¡Si sus cabellos amarillos eran un escándalo! Eran falsos, cabellos así no existían. y además, estaba pintada. ¡Cómo podía un ser humano prestarse a pintar así sus labios! Cosas de negros; gente como esa caminaba como si el mundo le perteneciera; poseían el porte, la seguridad, la insolencia. y destruían la alegría de las personas decentes."

2 comentarios:

Minako Readman dijo...

Está fabulosa esta historia de Klein y Wagner, sobre todo el final! Y también pienso que este fragmento que posteaste es uno de lo más atractivos.

Anónimo dijo...

si ese libro es genial en algunas partes me identifico con el, auque todavia no termino de leer el libro

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